jueves, 18 de diciembre de 2014

Los tiempos de Cuba


El avión salió puntual de Barajas. Un monumental Tupolev regalo del pueblo soviético a la revolución cubana, empezó a vibrar de una manera alarmantemente ensordecedora ante el asombro de los pasajeros y las sonrisas de indiferencia del personal de cabina. En ese momento comprendimos por qué volar en Cubana de Aviación era sensiblemente más barato que con, en aquellos momentos, la omnipresente IBERIA. Pero poco después de tomar su velocidad de crucero el avión dejó de trastabillar y el ron empezó a correr, también entre las azafatas y azafatos que se unieron a la fiesta mientras atravesábamos el Atlántico.
Tomamos tierra en el destartalado aeropuerto José Martí a primera hora de la tarde, hora local, al salir al exterior fuimos abducidos por la espesa atmosfera caribeña, con alegría comprobamos que definitivamente habíamos cambiado de continente. Era verano de 1993 en La Habana, y Cuba estaba en pleno Período Especial, un estado que no se declaraba en la isla des del punto álgido de la crisis de los misiles, en 1962.  El colapso de la Unión Soviética había dejado al paraíso comunista caribeño sin su reina madre, su principal fuente de suministros en el exterior había desaparecido de un plumazo con la llegada del espabilado Boris Yeltsin. El todopoderoso Estado no podía abastecer a la población de casi nada, ni siquiera tenía divisas para pagar los fletes de descarga de un petrolero que reposaba en el puerto frente al Malecón.




El trayecto hacia el hotel nos sumergió en los años 50, rodeados por ajados Cadillac y escenas cinematográficamente muy reales de un ciudad hermosa que literalmente se desmoronaba por falta de mantenimiento, en medio de la increíble efervescencia de una población amable y acogedora, pulcra y educada acostumbrada al sufrimiento en nombre de la Revolución y a la picaresca obligada de la calle para poder sobrevivir día a día como inmediatamente pudimos comprobar. Traíamos de España mensajes y regalos para un amigo de referencia que debía aparecer a una hora fijada a la puerta de nuestro hotel, de nombre Colina. En una época aun alejada de los derroteros digitales no teníamos más que una breve descripción física de su aspecto, que respondía al de un chico blanco llamado Ismael, que debía llevar pantalón oscuro y polo rosa. Horas después de la espera apareció un joven con la descripción esperada, nos llevó a su casa, donde nos presentó a su familia, entre ellos una abuela que añoraba los tiempos de Batista, y nos ofreció hacer un viaje por la isla. Contentos con nuestro contacto volvimos al hotel donde encontramos al Ismael auténtico desesperado por dar con nuestro paradero. Pudimos recuperar todos los regalos porque el falso amigo efectivamente nos había llevado a su casa. Ese día aprendimos que las tiempos son diferentes e inciertos en Cuba, donde fijar una horario para un encuentro es más bien una ejercicio de fe que un acuerdo estadístico. Si no hay para mantequilla como quieres que pase la Guagua, era una expresión muy habanera que se pronunciaba en las paradas de los autobuses que, supuestamente, servían de transporte aunque nunca se sabía con certeza cuando iban a pasar y si habría sitio en su interior. Poco o nada funcionaba a su hora, excepto para los extranjeros. Años de revolución habían proporcionado educación y  sanidad universal y habían impuesto un régimen de vida por decreto, pero ahora faltaban medicinas, alimentos, combustible, utensilios de higiene, papel de escritura… de todo. 


Para introducirnos en el circuito del turista disciplinado Sebas, Julián, Juan y yo mismo, el equipo al completo, tomamos un daiquiri en la famosa Floridita servidos atentamente por Rolando Quiñones quien, según su particular versión, inventó el famoso combinado aconsejado por el mismísimo Ernst Hemingway, a quién por lo visto todo el país había conocido en persona. El viaje siguió hacia Guanabo que mediaba apenas 40 quilómetros de La Habana, una distancia que tardamos varias horas en recorrer a causa de un pinchazo tras otro que la avezada pareja de conductores reparaba con presteza mientras sorteaba los profundos socavones, hermanos mayores de cualquier bache europeo, que horadaban la calzada como un queso de gruyere. Una vez instalados en nuestras dos casas de acogida gracias a nuestro amigo Ismael, periodista de profesión y apasionado del cine de Billy Wilder, comenzamos, como es costumbre, a tomar ron con los vecinos de la cuadra y algunas vecinas que se mostraban poco tímidas. La bebida jamás se acababa y las historias se sucedían. Compartimos brindis con excombatientes, llamados ‘los barbudos’ en su época insurgente, que se batieron por El Che y Camilo Cienfuegos en Sierra Maestra y entraron triunfantes en Santa Clara.
Junto a ellos conversaban amigablemente en la misma reunión dos ex presidiarios, uno de ellos acusado de poseer unos zapatos presuntamente robados y otro de intentar huir a Miami, el paraíso capitalista al que muchos anhelaban llegar desde las playas de esta pequeña localidad costera, entonces poco transitada por turistas, que resultaba ser el punto más cercano de la isla a los dominios continentales del eterno enemigo yanqui. Ambos contertulios habían sido puestos en libertad hacía poco junto a otros reclusos porque el gobierno no tenía dinero para alimentarlos en las cárceles. La animada fiesta acabó de repente ante el inminente inicio de una Rendición de Cuentas, una especie de reunión de la comunidad de vecinos donde el presidente y el administrador eran los miembros de la dirección local del Partido, que rápidamente montaron un escenario para el acto presidido por retratos de Fidel, El Che y José Martí envueltos en la bandera patria. Nadie osaba presentar queja alguna, pero ante las preguntas de la junta directiva alguien se atrevió a recordar que hace un mes les habían prometido que pronto volverían a tener agua corriente en sus casas y que llegarían bombonas de gas. El máximo dirigente del acto puesto en pie arengó a la cuadra; compañeros, sabéis que la Revolución exige sacrificio…!!!,  después de recordar que todos los males provenían del bloqueo imperialista, los asistentes prorrumpieron en una sonora ovación y el acto se dio por finalizado, no sin apuntar debidamente el nombre y apellidos de aquel que había presentado su queja. Ya caída la noche, y acompañados por uno de los vecinos de la cuadra pudimos ver desde lo alto de una casa como alguien trataba de hacerse a la mar en una improvisada embarcación, que a los pocos minutos fue interceptada por la Policía Revolucionaria. 



Seguimos camino hacia Cienfuegos después de agenciarnos un Lada, último modelo socialista, que abastecíamos de combustible clandestino en casas de conocidos cubanos. Durante el trayecto asistimos a una actuación de los Van Van, la banda icono del son cubano nacida en 1969 que debe su nombre a una campaña institucional para superar el record de recolección de caña de azúcar. Con el estómago vacío por la imposibilidad de encontrar comida ni en el mercado negro ni en cualquier otra parte, hicimos noche en un piso prestado por un veterano de las tropas que intervinieron en el Congo a las órdenes del comandante Guevara



Y al final, ante mi insistencia por visitar todos los emblemas del turismo político llegamos a playa Girón en la Bahía de Cochinos, un gran cartel recordaba que allí se había producido la primera derrota del imperialismo en América Latina. Los restos de la batalla se conservaban como reliquias que evocaban aquella intervención de exiliados cubanos patrocinada por la CIA con la bendición del presidente Eisenhower, que su sucesor Kennedy dejó fracasar por falta de apoyo aéreo en el 61. Un fiasco que jamás perdonó la gusanera de Miami, como el régimen de los Castro denominaba oficialmente al exilio instalado cómodamente en FloridaTampoco en 2014 el sector más reaccionario ha visto con buenos ojos que otro demócrata, Barack Obama, haya derribado 53 años después el último muro americano de la guerra fría con el inicio de relaciones entre Estados Unidos y la isla, convirtiéndose en el primer inquilino de la Casa Blanca en hablar con un máximo dirigente de la revolución cubana. Y todo con la ayuda del que porta  Las sandalias del pescador, como en la película protagonizada por Anthony Quinn la mediación de un Papa bueno, en este caso americano y de nombre Francisco, ha servido para que dos enemigos irreconciliables puedan hacer historia. Un acercamiento que facilitará la entrada del capitalismo más fresco a la isla, falta saber si siguiendo el modelo chino de dinero sí, pero derechos humanos y libertades ya veremos mientras los eternos disidentes esperan la liquidación del régimen. Los tiempos corren de otra manera en Cuba, hace mucho que no hay misiles con cabezas nucleares apuntando a los vecinos ricos del norte, ahora los empresarios y grandes multinacionales apuran la cuenta atrás para el lanzamiento de sus inversiones hacia una isla ansiosa de cambios. El futuro determinará los efectos de la onda expansiva. 

domingo, 30 de noviembre de 2014

Lobos entre el fracking

UN CONGRESO BAJO EN CARBONO

La semana arrancaba con una previsión de lluvia del 85 por ciento, un porcentaje bastante alejada de la realidad. Las nubes presagiaban tormenta, pero inicialmente se impuso el 15 por ciento restante en una variabilidad porcentual incluida por tanto dentro de las probabilidades del destino menos esperable según la predicción meteorológica para la última semana de noviembre. En uno los paradójicos efectos del calentamiento global el XII Congreso Nacional del Medio Ambiente, el CONAMA, comenzó en Madrid en un ambiente tórrido, en el mayor aparador peninsular de negocios y negociantes ambientales, en un gran foro de debate para el análisis e intercambio de información. 















Los políticos se paseaban entre los stands de la exposición mientras, en el exterior del recinto del Palacio Municipal de Congresos, un grupo de agentes forestales reclaman atención para unos problemas laborales que no figuraban en el orden del día, que sí ofertaba talleres con herramientas de autoempleo para oficios verdes con un intrincado manual de instrucciones adjunto. A la economía baja en carbono que predica el lema del congreso 2014  la acompaña una reducción de entidades participantes y las dimensiones de su oferta al público, pero a pesar de ello se multiplica una interesante oferta de conferencias, ponencias y debates que hacen deseable disponer del don de la ubicuidad ante la imposibilidad de seleccionar entre la gran variedad de propuestas de interés referidas a las nuevas formas de sostenibilidad, los cambios en la legislación o las propuestas energéticas emergentes. 



Entre las golosas ofertas de la primera jornada emerge un entretenido debate sobre el lobo ibérico con la presencia de sus defensores y cazadores, que deriva en un enfrentamiento entre partes de difícil conciliación. Uno de los mayores núcleos en Europa donde mora el mayor predador que queda en la naturaleza se encuentra al norte del río Duero, la buena evolución de sus manadas ha hecho que esté autorizada su caza en Castilla León, mientras los grupos conservacionistas defienden la máxima protección y la imposibilidad de que el hombre continúe eliminando ejemplares del animal que se sitúa en la cúspide la cadena trófica. 



Tantas o más pasiones despertó la técnica del fracking entre sus defensores y detractores. El drástico sistema de fractura hidráulica para extraer gas de las rocas mediante la inoculación de agua, arena y un pequeño porcentaje (un 5 por ciento según las empresas que lo ponen en práctico) de sustancias químicas con efectos cuestionados y cuestionables en el subsuelo. Los representantes empresariales aseguran que no generan impactos en los acuíferos gracias a unos procedimientos que aíslan cualquier posibilidad de contaminación, una actividad que consideran rentable y que, según ellos, generaría en España miles y miles de puestos de trabajo. Académicos como Manuel Peinado,  catedrático de Biología Vegetal de la Universidad de Alcalá,  niegan la mayor y hablan de una burbuja energética a punto de estallar en Estados Unidos que sólo produce beneficios en Wall Street, y donde los costes de la extracción no compensan la venta del gas. De hecho el sector petrolífero norteamericano genera 67.000 empleos, un porcentaje residual en una población en activo de más de 125 millones de personas. Peinado añadió que entre los puestos de trabajo indirectos generados por el fracking los asesores norteamericanos contabilizan las strippers que bailan en los clubs de las zonas de Arkansas o Texas donde esa técnica se implantó hace años. Manuel Menéndez, subdirector general de Evaluación Ambiental del ministerio del ramo, apuntó que el interés de las empresas ha decrecido de manera inversamente proporcional a la aprobación de una legislación más medioambientalmente proteccionista. En el último año los expedientes que estudia el ministerio se han reducido de 16 a 6, ante la retirada de las empresas por decisión propia. Y no es lo mismo perforar vastas extensiones sin humanos en miles de quilómetros a la redonda, como sucede en el continente americano, que agujerear zonas como las que se estudian prospectar en el interior de Castelló, con mucha mayor población en menos espacio en medio de parajes protegidos por su frágil valor ecológico.

En lo que sí coincidieron muchos ponentes es en el nuevo papel del medioambiente, que no es ya un apellido exótico que acompaña a los sistemas productivos. La economía lo ha adoptado como mantra dentro de un modelo en proceso de cambio necesariamente unido a la sostenibilidad. Según destacó Emilio Cerdá,  catedrático de fundamentos del Análisis Económico de la Universidad Complutense de Madrid, la Unión Europea tiene como objetivo que en 2050 vivamos respetando los límites ecológicos del planeta, una meta que incluye la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos así como de sus empleos y educación. Fue una de las ideas vertidas en una ponencia sobre la sostenibilidad en los códigos deontológicos profesionales. Queda un largo camino que recorrer en un mundo donde siguen sin ser muy populares términos como reducción y reutilización, aunque las grandes corporaciones sí han aprendido a saborear las mieles del reciclaje y las renovables, con las que están aprendiendo a obtener pingües beneficios. La evolución del mercado dependerá, como siempre, de los apetitos de los bancos y las multinacionales. El próximo CONAMA dirá. 

domingo, 9 de noviembre de 2014

Berlín, capital de la diéresis

Una ciudad entre muros

Lánguidamente cae la tarde en nuestra llegada a Schönefeld, una de las puertas de entrada a Berlín. El nombre del aeropuerto situado en la ciudad del mismo nombre me hace recordar la importancia de ‘practicar la diéresis’, para lo cual el arrollador señor Mc Namara, interpretado por el gran James Cagney, requería los servicios de su exuberante secretaria Fräulein Ingeborg  (Liselotte Pulver) en la vibrante Uno, dos, tres, una mordaz y absolutamente desternillante creación donde el maestro Billy Wilder nos ofrece su caustica visión de la llamada guerra fría. Una película rodada en 1961 meses antes de la construcción del muro en Berlín por orden de las ‘autoridades del este’, uno de los eufemismos que dividieron Europa durante buena parte del siglo XX entre ‘buenos’ y ‘malos’ según quién escribiera la historia, que al final siempre concluyen los vencedores para situar la diéresis donde mejor les conviene. El ingenio del cineasta más cínicamente lúcido de la historia de Hollywood consiguió unir con el cemento del humor un Berlín ya dividido de facto en aquella época, una ciudad que el joven Wilder se vio obligado a abandonar en los años 30 cuando Hitler empezaba a construir los primeros muros del horror en la ciudad y en toda Europa. La ahora capital alemana atesora un endémico carácter autodestructivo, masoquista y, al mismo tiempo, moderno, ecléctico, acogedor y eterno en medio del mayor parque temático europeo de los errores de la historia, que resulta de visita imprescindible para mitómanos del siglo XX como es mi caso.




Nuestro primer destino es la sede del antiguo cuartel general de la GESTAPO, la Geheime Staatspolizei, asolado por los bombardeos aliados al final de la guerra es hoy un vestigio arqueológico de la cruel policía secreta del estado, que sembró el terror en los territorios ocupados por el Reich alemán. Sin posibilidad de visita se esconde bajo un parque infantil la última guarida del dirigente mundial que más dolor, sufrimiento y muerte ha causado jamás dentro de una orquestada maquina criminal. El búnker donde Adolf Hitler acabó sus días no está abierto al público, pero su emplazamiento es bien conocido en el vecindario del barrio de Mitte.  Más allá del Checkpoint Charlie,  el famoso puesto fronterizo entre el este y el oeste donde se intercambiaban espías hoy convertido en gran atractivo turístico, nos adentramos en el este tras flanquear la puerta de Brandemburgo. En la Marx-Engels Platz se elevaba el gran Palacio de la República, macro espacio multiusos ‘setentero’ que llegó albergar el parlamento de la RDA, restaurantes, cafeterías y una bolera para las familias del partido. Una obra que los dirigentes orientales construyeron sobre los solares del antiguo Palacio Real, que fue destruido a su vez tras ser considerado por la ortodoxia comunista como un ‘símbolo del imperialismo prusiano’. El complejo, que aún pudimos recorrer fugazmente en nuestra visita, resultó ser un edificio enfermo a causa de los deficientes materiales usados en su construcción. Todo un patético paralelismo con la estructura del régimen filosoviético liderado por el servil Erick Honecker, y como él desmantelado pieza a pieza con la reunificación alemana. Otro edificio no tan visitado por el gran público, situado en las profundidades del Berlín este, es la sede central de la STASI, la policía del pueblo que convirtió a cada ciudadano en un enemigo potencial del estado y, simultáneamente, en un obligado confidente de esta telaraña que se extendió por el país hasta prohibir la privacidad en la República Democrática Alemana, como quirúrgicamente desgrana La Vida de los Otros de Florian Henckel, una película indispensable para conocer los funestos métodos de aquellos espías al servicio del socialismo real. 




Nuestra búsqueda se complica con un nuevo objetivo, acceder a la cárcel de la STASI, un oscuro y secreto centro de internamiento de presos políticamente molestos inaugurado por los nazis, masificado por las crueles técnicas soviéticos y siniestramente modernizado por los berlineses del este. El trayecto permite comprobar como a pesar de la unificación aún existen dos ‘berlines’. La parte oriental más alejada de la emblemática Torre de la Televisión la forman horrendos bloques de viviendas decrepitamente funcionales al más puro estilo de la arquitectura socialista, donde el único equipamiento social es algún supermercado de la omnipresente cadena Lidl. Tras varios trasbordos en autobús llegamos al que fue el lugar más secreto de la RDA, donde se torturaba y encerraba a los disidentes sin que sus familiares supieran donde estaban. Nos recibe un antiguo preso del centro, hoy convertido en guía turístico pero con poco público, porque la mayoría de visitantes prefiere hacer gasto en las galerías de la populosa avenida Ku'damm, en occidente. Aquí lo único que se puede comprar es alguna postal. Nuestro cicerone nos cuenta que él fue detenido a principios de los 80 por mostrar en público gustos por la música y la estética punk. Por llevar el pelo en forma de cresta (como Koke el conserje de La que se avecina) y escuchar a los Sex Pistols le cayeron cinco años. Un día desapareció sin más y poco después los agentes de la STASI hicieron una amable visita a su madre para convencerla de que era lo mejor para revertir las ‘costumbres decadentes’ su hijo. La mujer, como buena servidora del Estado, accedió a colaborar en los interrogatorios para convencer a su descarriado vástago de que debía volver al regazo del partido y abandonar los depravados gustos del capitalismo, una entrevista que por supuesto fue grabada y transcrita por los servicios de seguridad carcelarios. Las visitas en la prisión, cuya ubicación era un misterio, eran conducidas escondidas en camionetas de venta de frutas u otras mercancías. Es un hecho absolutamente real porque el reo nos mostró su ficha policial donde, con pulcritud germánica, se detallaban todos los hechos aquí narrados. Y está fue la etapa final del centro porque al principio, en los años 40, cuando los soviéticos dominaban la plaza eran pocos los que conseguía sobrevivir a las bajas temperaturas, las palizas y la ausencia de alimentos a la que se sometía a los reclusos. Toda una ciudad del terror escondida entre muros, una costumbre muy berlinesa como es bien sabido. Ahora en 2014 se conmemora la caída del último de ellos, una pared de hormigón que partió por la mitad una ciudad, dos países y dos maneras opuestas de entender la economía y la política. Muchos murieron a manos de la policía fronteriza de Alemania del Este intentado cruzar al llamado ‘mundo libre’, ahora ya solo hay un país: Alemania (sin apellidos) y un sistema: el capitalismo, que cada día es más real y más salvaje contribuyendo a acentuar una división ancestral y no sólo típicamente berlinesa sino de todo el planeta, la desigualdad entre ricos y pobres, eso sí todos unidos por una bandera: la del euro. En la genial cinta de Billy Wilder, el joven proletario idealista cae rendido bajo los influjos de la economía de mercado, que le lleva incluso a adoptar un ‘puerco espín rampante sobre un campo de flor de lis’ como escudo nobiliario, porque al final el dinero siempre triunfa. Habrá que seguir practicando la diéresis.

miércoles, 1 de octubre de 2014

La ciudad de la gran red


MADRID DIGITAL
El primer impacto es sobrecogedor. Enfrentarse a la cotidianidad entre una gran factoría de humo y asfalto nubla las mentes sumergidas en un ambiente machaconamente sórdido. Bajo tierra es peor. Masas de cautivos se arremolinan en desplazamientos subterráneos transportados en viajes de ida y vuelta sin destino final día tras día. 

El acceso a la gran ciudad es mejor hacerlo con cautela, marcar objetivos con expectativas abarcables a medio plazo. Como primer acercamiento ayuda mucho volver a las aulas, un clima reconocible y familiar amparado por las enseñanzas que transmiten los sabios a sus contumaces alumnos. Es más fácil al principio venir sólo de paso y ser alumno por un día en un taller de herramientas digitales, como el que organizan con presteza la Asociación de Periodistas de Información Ambiental (APIA) y la ong WWF. Una iniciativa para ofrecer a informadores desvalidos un pequeño manual de instrucciones que permite enfrentarse a un mundo virtualmente muy real, donde cada día cambia todo y lo sencillo se complica en compartimentos estancos que conducen nuevamente a la casilla de salida. Mandan los algoritmos, concluyen los maestros ante la variabilidad imprevisible de las interconexiones en las redes sociales. 


Y todo el mismo día en que el tribunal de tribunales, con inusitada celeridad, oficia una liturgia legal como sumo sanedrín de la Constitución, una diosa moderna de planteamientos sagrados que impone sus designios sin posible discusión. Queda claro que la ley de leyes no permite opinar ni votar más allá de lo estrictamente necesario en cuestiones como la determinación o el color de las banderas. La actualidad es dominada además por los deleznables detalles relacionados con las maníacas actividades de un presunto pederasta. Una jornada enlutada por la muerte de un super-exministro, que desde el poder se lanzó a desrumasizar  España para luego convertirse en paradigma del triunfo del nuevo capitalismo de revista. 
 
Mientras, las lecciones del taller avanzan aportando útiles recursos para afrontar una larga travesía tecnológica que no ha hecho más que empezar y que ya nunca llegará a tocar puerto, ante los inmensos océanos de conocimiento donde debemos navegar solos pero impulsados con decisión por la brisa de la curiosidad. Las similitudes entre la súper red y una enorme metrópoli son evidentes; hay que aprender sus reglas para poder disfrutarla y aprovechar su enorme potencial de acción, empleando toda la creatividad que emana de la imaginación más desbordante. Junto a las utilidades y aspectos más previsibles, la selva urbana oculta islas de color y sabor a naturaleza. 



Entre prados radiantes se erigen edificios de recia estampa flanqueados por bosques de porte antiguo y belleza serena. No todos los árboles amenazan con abalanzarse con peligro sobre los transeúntes que pululan por Madrid, pero ya son muchas las caídas y desprendimientos protagonizados por estos grandes monumentos vegetales, que obligan establecer una estrategia preventiva para evitar nuevos males. La ciudad digital se puede tocar y toca a sus habitantes en una interacción con resultados desiguales que depende de la destreza de sus usuarios, mientras viajan entretenidos como internautas despistados desde un presente incierto hacia un futuro desconocido. Un viaje siempre apasionante.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Desde las entrañas



EL VOTO DEL VOLCÁN

Nubes espesas enturbian el día que adquiere cierto tono apocalíptico a medida que los rayos del sol horadan el manto algodonado que lo cubre. Nada es lo que parece y la mañana, apacible y radiante, se despereza poco a poco mientras la temperatura comienza a aumentar paulatinamente, sin prisas. 

Los hoteles donde el todo incluido es una religión con fervientes seguidores despliegan sus armas en rebosantes bufes que ofrecen un aquelarre alimenticio con sobrecarga calórica, en una implícita apología a la bulimia de efectos trágicos para la anatomía humana. Con una mochila repleta de víveres, que permitiría subsistir una semana a una familia media, iniciamos el ascenso. El cielo cae sobre nuestras cabezas y, mientras una fina cortina de lluvia horizontal refresca los vehículos, atravesamos el mar de nubes, una sensación cósmica que nos traslada a otra dimensión climática. Inexpertos participantes en un lanzamiento espacial descubrimos otro mundo donde reina el pino canario, estamos entrando en los dominios del Teide.

La vegetación languidece hasta desaparecer, entre océanos de magma que hace millones de años hicieron surgir las islas Canarias de las profundidades. Nos enfrentamos a un paisaje abrumador, basto y salvaje por su sencillez angosta y quebradiza belleza. Atónitos dirigimos la mirada a la cumbre que nos espera impertérrita con una majestuosidad que asombra. 




El ascenso obligatoriamente lento recuerda la necesidad de aclimatarse a la altitud. 3.718 metros son muchos pasos, sólo subimos a pie poco más de 500, los últimos mientras los efluvios de azufre recuerdan la asombrosa fuerza que se esconde en las entrañas de la Tierra. Todo ese espectacular conjunto que la naturaleza ha trabajado con paciencia durante vidas enteras peligra ante la aparición de una amenaza de apariencia insignificante, una anécdota en la larga historia del planeta pero que en sus pocos miles de años de existencia ha cambiado más drástica y rápidamente la fisonomía del mundo que habita que cualquier otro fenómeno anterior. El ser humano ha destruido bosques, ha arrancado montañas, ha secado ríos y succiona cada día todos los recursos naturales que puede como un parásito a su presa. Somos un huésped de paso que se ha quedado con la casa en una frenética y suicida carrera llamada progreso, que se dirige hacía el tejado mientras los cimientos de la vivienda se desmoronan devorados por la marabunta de nuestra ambición desmedida. 

Ahora debajo de unas islas erigidas por la arquitectura de la lava el hombre quiere buscar petróleo. Unas prospecciones de incierto riesgo y aprovechamiento dudoso para el conjunto de la Humanidad, pero que seguro generarán pingües beneficios a corto plazo para algunos especímenes del género más reciente del mundo animal. El gobierno canario ha anunciado un referéndum para que el pueblo decida, para que vote sí o no al permiso que permitiría agujerear el lecho marino en busca de los dinosaurios descompuestos que forman el preciado y denso maná negro del siglo XX y, por ahora, del XXI.  Los humanos decidirán su futuro y con ellos el de las islas, pero nadie pregunta al gran volcán qué opina. Ajeno a todo, el Teide guarda escondido su voto en las entrañas. Probablemente, si por él fuera, se mostraría partidario de independizarse de los humanos para siempre. Algún día… hablará.  

miércoles, 23 de abril de 2014

Atrapadas



Irán e Iraq llegaron a un acuerdo para firmar la paz en verano de 1988. Habían pasado ocho años y un millón de muertos desde el inicio de una guerra alimentada con los arsenales de armas occidentales entre el ego de Sadam Husein, bendecido por sus amigos norteamericanos, y el régimen ultraintegrista de Jomeini a causa de una disputa territorial que acabó en empate técnico. 

En un mundo instalado cómodamente en una guerra fría global entre dos grandes bloques, a mediados de la década había surgido entre el hielo ruso un nuevo dirigente dispuesto a iniciar la glasnost (deshielo) en la URSS. Mientras profundizaba en sus reformas, Mijaíl Gorbachov fue nombrado en octubre máximo dirigente del Presidium del Sóviet Supremo, ese mismo mes se enfrentaría a una inesperada crisis que le llevaría a colaborar con su antagonista, el presidente de los EUA y actor retirado Ronald Reagan, juntos sacarían una buena tajada de una formidable operación de imagen montada entre el hielo de Alaska. Allí, en la zona más septentrional del continente americano una familia de ballenas grises quedó atrapada por el frío en su anual ruta otoñal. Una súbita bajada de les temperaturas, con registros inferiores a los 50 grados bajo cero, dejó a dos progenitores y su cría sepultados por un banquisa impenetrable. Inicialmente los inuit, los habitantes nativos del norte del planeta, pensaron que lo mejor era sacrificar a los animales y aprovechar su carne como tradicionalmente habían hecho pero rápidamente la propaganda estadounidense se puso a trabajar. Un año antes la administración republicana había reducido drásticamente las ayudas sociales, pero ahora no reparaba en gastos para liberar a las ballenas junto una empresa especializada en la explotación de petróleo que dejó contaminadas más de 11.000 hectáreas de tundra ártica gracias a sus actividades extractivas y el trabajo de los inuit a pie de obra para abrir brecha. Al grupo se unieron dos rompehielos soviéticos, siendo paradójicamente la URSS una les principales potencias mundiales en la caza de los grandes cetáceos, de esta forma se creó una inusual coalición de grandes destructores de la naturaleza empeñados en salvar a tres mamíferos marinos para congraciarse con la opinión pública, dentro de un gran circo mediático. Los dos adultos fueron finalmente liberados mientras el ejemplar más joven murió en el intento a causa de una infección. El episodio pasó y el mundo se olvidó de Barrow, el municipio de Alaska donde ocurrió todo, y de la migración de las ballenas. La empresa petrolera, la administración norteamericana y la soviética volvieron a sus quehaceres mundiales. Los esquimales y los ecologistas siguieron con sus luchas en solitario que hoy siguen siendo las mismas frente a la destrucción del planeta.

 En 2014 varias empresas quieren buscar petróleo en el Mediterráneo occidental, en zonas próximas a Ibiza y las islas Columbretes, frente a la costa de Castellón, uno de los santuarios de grandes cetáceos como el rorcual común, el segundo animal más  grande del mundo que puede alcanzar los 20 metros de longitud. Los sondeos prospectivos pueden dañar de manera dramática el ecosistema marino y toda la vida que alberga como denuncian pescadores, científicos y ecologistas, implicando un grave impacto socioeconómico en la zona. Una vez más espurios intereses empresariales se enfrentan a las ballenas, pero ahora ni Reagan y ni Gorbachov están disponibles para salvarlas de ser atrapadas por el petróleo. 

martes, 8 de abril de 2014

El día del cambio... y a mí qué



Los adivinadores que tematizan muchas cadenas de la parrilla digital aseguran conocer detalles inesperados del futuro de sus adictos clientes. En lugar de leer en las líneas de la mano y observar en qué orden caen las cartas de la baraja, los científicos estudian los hechos, los analizan y cotejan para elaborar complicados cálculos y modelos que contribuyan a establecer un posible augurio del devenir del planeta. Toda previsión y anticipación en el tiempo tiene su porcentaje de error que se incrementa cuando el período a analizar incluye miles de años en el pasado y su continuidad en siglos posteriores. A diferencia de los engaños que esconden muchos adivinadores de la pantalla sentados frente a su bola de cristal, las previsiones de los científicos son comprobables por todos y se palpan no sólo en recónditos parajes helados o exóticas selvas tropicales sino a la puerta de casa. El día del cambio (climático) es hoy y no mañana. Les fenómenos extremos se suceden con avances de olas polares, tempestades, inundaciones en el norte de Europa y sequias extremas en la cuenca mediterránea. Unos cambios que afectan a los cultivos, al régimen de lluvias y, aunque no lo crean, a los muchos adictos a los discursos de la teletienda. Y a mí qué… responden muchos ávidos telespectadores, ansiosos por acceder a contenidos más indulgentes, mientras cambian de canal cuando el panel de expertos de la ONU anuncia un incremento de entre 2 y 4 grados de la temperatura media del planeta para el próximo siglo. Un pequeño paso para un aparato de aire acondicionado pero un gran salto al vacío para la Humanidad. El delicado equilibrio que permite la vida tal y como la conocemos en el planeta Tierra depende de unos grados más o menos. La diferencia supone la desaparición de numerosas especies en muchos lugares de nuestro mundo y entre ellas la humana. La sed y el hambre empujan millones de personas a desplazarse y contribuyen a variar la temperatura del PIB mundial. Los que mejor saben aprovechar las bondades del cambio en su favor son los de siempre. Dirigentes políticos globales claman contra un mal incurable que está matando el clima a causa de los malos comportamientos de sus súbditos, a quienes hay que adoctrinar para que tiren la basura donde toca y piensen menos a quién votan. Grandes multinacionales se lavan la cara mientras sus obras avanzan entre bosques mutilados y parajes sosteniblemente destruidos para continuar haciendo negocio. La actividad humana ha cambiado más la faz de la Tierra en un siglo que en miles de años anteriores, pero cada vez queda menos espacio por devorar y la situación se hace más irrespirable. A nadie parece importarle de verdad pero esto se acaba y posiblemente mucho antes de lo que puedan augurar los gurús de la televidencia.