Irán e Iraq llegaron a un acuerdo para firmar la paz en
verano de 1988. Habían pasado ocho años y un millón de muertos desde el inicio
de una guerra alimentada con los arsenales de armas occidentales entre el ego de Sadam Husein, bendecido
por sus amigos norteamericanos, y el régimen ultraintegrista de Jomeini a
causa de una disputa territorial que acabó en empate técnico.
En un mundo
instalado cómodamente en una guerra fría global entre dos grandes bloques, a
mediados de la década había surgido entre el hielo ruso un nuevo dirigente
dispuesto a iniciar la glasnost (deshielo) en la URSS. Mientras profundizaba en
sus reformas, Mijaíl Gorbachov fue nombrado en octubre máximo dirigente del
Presidium del Sóviet Supremo, ese mismo
mes se enfrentaría a una inesperada crisis que le llevaría a colaborar con su
antagonista, el presidente de los EUA y actor retirado Ronald Reagan, juntos
sacarían una buena tajada de una formidable operación de imagen montada entre
el hielo de Alaska. Allí, en la zona más septentrional del continente americano
una familia de ballenas grises quedó atrapada por el frío en su anual ruta
otoñal. Una súbita bajada de les temperaturas, con registros inferiores a los
50 grados bajo cero, dejó a dos progenitores y su cría sepultados por un
banquisa impenetrable. Inicialmente los inuit, los habitantes nativos del norte
del planeta, pensaron que lo mejor era sacrificar a los animales y aprovechar
su carne como tradicionalmente habían hecho pero rápidamente la propaganda estadounidense
se puso a trabajar. Un año antes la administración republicana había reducido
drásticamente las ayudas sociales, pero ahora no reparaba en gastos para
liberar a las ballenas junto una empresa especializada en la explotación de
petróleo que dejó contaminadas más de 11.000 hectáreas de tundra ártica gracias
a sus actividades extractivas y el trabajo de los inuit a pie de obra para
abrir brecha. Al grupo se unieron dos rompehielos soviéticos, siendo
paradójicamente la URSS una les principales potencias mundiales en la caza de
los grandes cetáceos, de esta forma se creó una inusual coalición de grandes destructores
de la naturaleza empeñados en salvar a tres mamíferos marinos para congraciarse
con la opinión pública, dentro de un gran circo mediático. Los dos adultos
fueron finalmente liberados mientras el ejemplar más joven murió en el intento
a causa de una infección. El episodio pasó y el mundo se olvidó de Barrow, el
municipio de Alaska donde ocurrió todo, y de la migración de las ballenas. La
empresa petrolera, la administración norteamericana y la soviética volvieron a
sus quehaceres mundiales. Los esquimales y los ecologistas siguieron con sus
luchas en solitario que hoy siguen siendo las mismas frente a la destrucción
del planeta.
En 2014 varias empresas quieren buscar petróleo en el Mediterráneo
occidental, en zonas próximas a Ibiza y las islas Columbretes, frente a la
costa de Castellón, uno de los santuarios de grandes cetáceos como el rorcual
común, el segundo animal más grande del
mundo que puede alcanzar los 20 metros de longitud. Los sondeos prospectivos
pueden dañar de manera dramática el ecosistema marino y toda la vida que
alberga como denuncian pescadores, científicos y ecologistas, implicando un
grave impacto socioeconómico en la zona. Una vez más espurios intereses empresariales
se enfrentan a las ballenas, pero ahora ni Reagan y ni Gorbachov están disponibles
para salvarlas de ser atrapadas por el petróleo.